AMÉRICA POR DESCUBRIR

I

Cuando con desagrado y asombro escuchamos que el nombre de nuestro continente ha sido despojado en parte de su título primigenio: AMÉRICA, sentimos que la posición de este lado del mundo ha sufrido una exacción espiritual. Que se nos llame Nuevo Mundo, Hispanoamérica, Latinoamérica o con una designación metafórica, no nos alivia del hecho de haber sido postergados en el suceso maravilloso del encuentro americano.
 

América no es sólo una porción del mundo con identidad cultural múltiple y unida en una idea social común. Tiene universalidad y es el resultado de una fusión cultural y de razas que denominamos ‘mestizaje’.

En rigor histórico, a esta porción del continente americano que es la América del Sur le corresponde el título que adquirió por primera vez en 1507, por designación de Américo Vespucci en descripciones en su carta a Lorenzo de Médicis. El cartógrafo perfiló en el mapa la costa que va desde Brasil hasta el Golfo de Venezuela, y allí se colocó el nombre de América sobre la extensión de tierra que hoy es Brasil y Venezuela.

Tenemos partida de bautismo.

El mapa que dibujó la geografía de la América fue estampado en el borde de la masa continental del sur. Allí recibió su nombre.

En el yunque que figura Venezuela, a la cabeza de la América del Sur, la aldea del valle fresco tenía que ser puesta, en exacto juego de constelaciones y coordenadas, para que pudiera empezar el poderoso destino”.

Son palabras del discurso pronunciado por Arturo Uslar Pietri con motivo de la celebración del cuatricentenario de Caracas, en 1967. Y son oportunas en esta asamblea para recordar que la Independencia americana fue una empresa caraqueña que no se quedó allí. Los venezolanos de la época nunca pensaron en la independencia como una empresa nacional, como algo separado o exclusivo. Miranda, por ejemplo, tuvo en mente la independencia de la América Latina y en la creación de una gran unidad política en este vasto territorio que nos alberga. Bolívar continuó el propósito de Miranda y fundó la Gran Colombia, con la utópica idea de liberar el resto del continente.

A cambio del sacrificio de la lucha, nuestra Venezuela asumió la pobreza de la tierra asolada y la desnudez de los caminos, de su población reducida en un treinta por ciento, y finalmente un siglo XIX enguerrillado por facciones en busca del poder. Ese fue el precio.

El hemisferio norte tuvo mucho tiempo después el título de americano, como una manera de fijar diferencias con la metrópoli inglesa, a causa del sistema de gobierno adoptado por los pioneros venidos del Reino de Inglaterra, para establecerse con los mismos principios de Estado que traían de Europa. Por esa razón se autoproclamaron: Estados Unidos de América.

América en su conjunto era la continuidad de la existencia precolombina, tanto así que los mexicanos dicen que su independencia aborigen fue vulnerada por la conquista en el siglo XVI. El nacimiento estaba en el reino de los aztecas. Hubo después la restauración de la vida indígena mexicana, al declararse la independencia en 1821. Y sin embargo, esta restauración no fue una vuelta al origen sino la apertura a una sociedad nueva, occidentalizada.

Pero era un camino que tuvo origen antes de la Nueva España y fue suspendido por cuatro siglos, hasta la independencia que abría otra aventura en el pueblo mexicano. Para el país el pasado es una red que envuelve y protege todos los modos de su existencia, pero lo desconoce en su esencia. El aborigen no fue uno sólo ni uno solo fue la comunidad de reinos. Eran múltiples los grupos, con ideas que crearon rivalidades opuestas, y todo había nacido en un tiempo todavía indeterminado.

De los pueblos de América quizás sean México y Perú los que han conservado mayor influencia aborigen. El descubrimiento por los conquistadores dejó la impresión de una cultura muy antigua. Los poemas del Perú dedicados al dios Vichama cantaron el nacimiento de la humanidad narrada por los aborígenes precolombinos, la vida creada sobre piedras y la pesca en la plenitud marina. Eran maestros artesanos, una estirpe creadora que labraba la roca y abría surcos para la siembra; era la música triste de la flauta y el aroma del maíz en el recinto del dios de la tierra, el que propiciaba los ritos del pueblo que nació antes de que nos llamásemos americanos.

El letargo del tiempo dominó en la mayoría de los pueblos indígenas de nuestra América, pero Perú y México crearon una cultura propia, y fue obra de los ascendientes de nuestro continente.

¿Importa algo que nuestro patronímico: AMÉRICA, haya sido olvidado? Tengo la seguridad de que es importante, ya que se trata de definirnos como un género distinto de los que pueblan el resto del continente americano. No somos como los herederos de los colonos venidos en el Myflower, el barco que transportó a los llamados Peregrinos desde Inglaterra, en el Reino Unido, hasta la costa de lo que hoy son los Estados Unidos de América, en 1620. Llegaron a lo que llamaron Nueva Inglaterra. Este suceso dio paso a la denominación que dieron los colonos a la nueva tierra.

Por el contrario, los pobladores originales de estas tierras sí poseemos un carácter nuevo y único que puede servirnos como rasgo de identidad, y tenemos partida de bautismo.

HISPANOAMÉRICA: SU ESPÍRITU BARROCO Y SU DIVERSIDAD ÉTNICA Y CULTURAL

Nuestro continente ha creado mestizajes de raza y cultura cuya diversidad hacen que la cultura americana haya sido calificada como barroca. El barroco no es un estilo artístico sino una constante del espíritu que se presenta en aspectos naturales y de civilización. Lo distingue la exuberancia de la tierra, el horror al vacío y la superficie desnuda; existe en la naturaleza americana y en sus creaciones artísticas.

Las letras americanas han recibido el espíritu del barroco. Ya en los años iniciales del 1600 vemos la aparición de una obra que reúne las características que he anotado. Se trata de Comentarios reales, del Inca Garcilaso de la Vega, hijo de ñusta peruana y de un capitán castellano.

La presencia del mestizaje en las creaciones de todas las artes tiene una misma raíz: El espíritu barroco que vive en la naturaleza americana y sus moradores, consecuencia de la fusión de razas y culturas.

Las obras arquitectónicas también muestran tal abundancia de color y plenitud. Muestra de ello son La Catedral de Santo Domingo o los templos mexicanos destinados al culto al dios Quetzalcóatl, nombre que significa La serpiente emplumada, el principio dador de vitalidad en la sociedad azteca.

También es importante para comprender a nuestra América la inmensidad territorial del continente, en contextos de distancia y proporción incomparables con los espacios de Europa colonizadora. El escritor cubano Alejo Carpentier lo dijo en acertadas palabras: “Jamás he visto que Los Andes, ni siquiera una fracción de Los Andes, quepan en un cuadro (…) La distancia es dura y tantálica, por lo mismo que crea imágenes – espejismos que están fuera de los alcances musculares del contemplador. La desproporción es cruel por cuanto se opone al módulo, a la euritmia pitagórica, a la belleza del número, a la sección de oro…”

Arturo Uslar Pietri cita a Tomás Moro y su obra: Del estado ideal de una república en la nueva isla de Utopía, y nos recuerda que para el canciller inglés la Utopía es americana. No era una ficción sino un proyecto frente a la realidad destructora de la política y el poder. La idea de Tomás Moro proyectaba un orden de igualdad y justicia, y es en América donde coloca ese lugar que no existe y representa la esperanza.

III

Queda de nuestra América algo perdurable: la fusión de razas y costumbres que dan al medio un tono distinto. Aborígenes, españoles o portugueses, negros robados a su tierra africana para servir de esclavos: Todo ese conjunto se ha mezclado para dar paso a una cultura.

En el Cuzco nació el Inca Garcilaso de la Vega, un mestizo americano hijo de conquistador y de ñusta peruana. Su obra: Los comentarios reales es la historia del fabuloso imperio de los incas y la del nuevo Perú, en una argamasa de sucesos que van formando la población que emerge dominante.

Y observamos también, en otro paraje del continente, la aparición de Benito Juárez, un indio zapoteca puro, sin sangre española. Juárez representó para el México que se repuso de una humillante monarquía, una bandera de libertad. Tenía el jurista zapoteca los valores de la cultura occidental, y no repudiaba su herencia indígena. Quizás por eso pudo desarrollar en México la extraordinaria labor de impedir la disolución del país.

La imagen real de nuestra América hispana, indígena y negra ha sufrido distorsiones. No hemos sabido juzgar el significado de estas personalidades representativas.

No era sólo el Inca Garcilaso, y no bastaba nombrar a Benito Juárez.

En Centroamérica, otro espacio de culturas mezcladas, nació un poeta que nunca había salido de su país: Nicaragua. Rubén Darío era hispanoamericano y absorbía una variedad de culturas. Sin haber conocido Europa, imaginó como poeta el mundo de Francia y se llenó de la cultura de otros mundos. Un criollo americano que produjo la innovación literaria más sorprendente en el siglo XX: El modernismo. El mismo Rubén Darío quizás pudo creerse un seguidor de la poesía francesa de parnasianos y simbolistas; pero no lo era, sino un poeta que representa el mestizaje cultural de nuestra América. Ni era español ni indio ni negro. Rubén Darío era americano, nicaragüense.

El polígrafo venezolano y también chileno por adopción, don Andrés Bello, se refirió a La Araucana, y estas fueron sus palabras: “Chile es el único de los pueblos modernos, hasta ahora, cuya fundación ha sido inmortalizada por un poema épico”. Lo dijo un americano universal, creador de la gramática de nuestra lengua y de leyes civiles, poeta de mil voces americanas. En fin, un hombre con la altura espiritual de Goethe y de Alfonso Reyes, nacido en Caracas y cobijado por Chile.

Esas palabras de Bello hubieran podido estar dirigidas a otro gran poeta americano y universal: Pablo Neruda, para afirmar sin equívocos que Neptalí Reyes es digno continuador de don Alonso de Ercilla. El Canto General es una epopeya chilena y americana de proyección universal, un poema con alto sentido humanista.

De Simón Bolívar se ha dicho que tenía raza negra, o que era español puro, o zambo con indio. ¿Es que de España vino una raza pura, cuando toda la península es una mezcla de razas diversas: celtas, iberos, judíos, árabes, negros? Si de algún país europeo puede afirmarse que es un mapa étnico colorido de castas y linajes, ese país es España.

Los Bolívar llegaron a Venezuela siglos antes de que naciera El Libertador, y la estirpe venía de esas mezclas.
En una conferencia dada en 1992 para conmemorar el quinto centenario del encuentro entre Europa y la América del Sur, se preguntaba Uslar Pietri: “Bolívar, ¿era español? ¿Era aborigen, o africano? Y su respuesta fue tajante: “No; Bolívar era un americano, venezolano”. Con eso quería decir una cosa distinta de El Libertador, es decir que podía representar la existencia de un hombre nuevo en nuestras latitudes de selva y llano, de tormentas y nieve, de mar interminable.

Bolívar conocía las raíces africanas, lo mismo que las españolas. La nodriza que lo alimentó con su leche negra también le enseñó los cantos y hábitos del Continente lejano. La personalidad de El Libertador estaba compuesta por el flujo nutricio de otras culturas.
III

La ingente tarea desplegada por un grupo cada día más grande de americanos, ha dado resultado: Hemos llegado caminando hasta cada lindero territorial, para ver más allá y reconocernos en nuestro semejante aborigen o criollo o inmigrante pegado a la tierra de esta dolida América.
Sí es posible que nuestro continente llegue a ser verdaderamente un Nuevo Mundo, como se le denominó, y esta posibilidad está en el mestizaje cultural que la destaca de modo especial en el mundo.
Hoy día nos comunicamos por el internet y cruzamos experiencias, intelectuales y de orden práctico. Junto a ese conjunto de conocimientos puede colarse, como ave de nuestros bosques, un poema del venezolano Eugenio Montejo, lamentablemente fallecido hace pocos años. Al leerlo y comparar su obra con la de otros poetas de América, hallamos un tono común, una búsqueda repetida.
Escuchemos:

“Si vuelvo alguna vez
Será por el canto de los pájaros.
No por los árboles que han de partir conmigo
o irán después a visitarme en el otoño.
Ni por los ríos que, bajo tierra,
siguen hablándonos con sus voces más nítidas.
Si al fin regreso corpóreo o incorpóreo,
levitando en mí mismo,
aunque ya nada logre oír desde la ausencia,
sé que mi voz se hallará al lado de sus coros
y volveré, si he de volver, por ellos;
lo que fue vida en mí no cesará de celebrarse,
habitaré el más inocente de sus cantos.”

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Comentario

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PLUMA ZAFIRO
Comentario de Iris Girón Riveros el abril 21, 2020 a las 11:34am

"...La imagen real de nuestra América hispana, indígena y negra ha sufrido distorsiones. No hemos sabido juzgar el significado de estas personalidades representativas.

No era sólo el Inca Garcilaso, y no bastaba nombrar a Benito Juárez..."

Vasto en histórico caminar didáctico,

enlazado con pensamientos de cultura americanista,

valoro de manera muy especial este Ensayo

porque en un solo sentir escrito por un poeta erudito,

aúna sentimientos latinoamericanistas,

acaso relegados por muchos o quizá por todos.

Qué hermoso el poema hecho melodía,

del poeta Eugenio Montejo:

"...Si vuelvo alguna vez
Será por el canto de los pájaros....".

Recibe distinguido Alejo, una sincera ovación

y una cordial FELICITACIÓN.


POETA DE PLUMA
Comentario de Hugo Mario Bertoldi Illesca el abril 16, 2020 a las 11:22pm

Le había dado un clic al Me gustó, aunque, con mejor tiempo, decidí regresar para dejar mi opinión. Hallé valioso el texto, Alejo, y necesariamente histórico (léase, tan histórico como necesario). Defines con claridad ese luminiscente error conceptual de los inmigrantes del hoy Reino Unido (que, de Unido, tanto o menos que los actuales Estados... ).

Agrada y enriquece leer textos como este, escritos con la solvencia deseable y la autenticidad admirable que exhibes. 

Evitaré repetir lo que ya te han otorgado tus fieles lectores/comentaristas, querido Amigo, por lo que resumo en un apretado abrazo sureño mi sentimiento de apoyo a tus pensamientos. 


PLUMA MARFIL
Comentario de Teodora E. Leon Salmon el abril 16, 2020 a las 3:13am
Gracias Alejo, por compartir su ensayo a cerca de la historia de la América latina , que nos hace suyo, y a la que pertenecemos cual sea la mescla de nuestra raza. Esta América que nos llena de inquiétudes y que su cultura es tan diversa
Saludos cordiales.
Teodora.

PLUMA ÁUREA
Comentario de Benjamín Adolfo Araujo Mondragón el abril 14, 2020 a las 8:22pm

¡Extraordinario ensayo, Alejo, en donde citas cuestiones torales de nuestra identidad que tienen que ver con Perú y México, fundamentalmente por sus raíces, pero que involucran a Bolivar a Uslar Pietri y a Tomas Moro; es apasionante y muy documentado todo lo que citas y, me permito, decir que deberías continuar profundizando en el camino que tocas pero que, para decirlo en términos muy mexicanos "nomás nos dejas picados"...!

Gracias por compartir este tipo de inquietudes, Alejo.


PLUMA ÁUREA
Comentario de Freddy Jesús el abril 14, 2020 a las 3:41pm

Mi querido, Comodoro.

Extraordinario ensayo histórico que nos hace caminar por los senderos de la historia, especialmente la de América, que a pesar de ser un continente en cuarentena puede ser la hora para que suene el cornetín que nos traiga mejores brisas. Un cálido abrazo.

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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