Marcela salió de su casa y caminó por la rosaleda,mas adelante miró la verde arboleda, que la esperaba como todos los días.Solia salir a pasear esperando borrar de su vida unos tristes recuerdos.Al llegar al primer árbol oyó el sonido de las hojas que el viento movía y las hacía bailar.De pronto escuchó un gallo cantar en la lejanía.

Alguna vez le ofrecieron a Marcela, el cielo y las estrellas, y llevarla a lejanas tierras.Todo resultó una fantasia.Después alguien le robó unos besos de prisa y terminó llorando como un mar, lagrimas de arena, en playas tibias y serenas.Caminaba y notó que el aire sacudía unas palmeras, y que un pajaro volaba a contracorriente moviendo sus alas con energía,plegandolas como abanicos.Percibió el dulce aroma del pasto.Sentía que sus sentimientos se empolvaban y se ennegrecían con el tiempo.

Poco después aparecieron densos nubarrones y comenzó a llover, y los largos cabellos de Marcela chorreaban por el agua fría.Vino la noche y el silencio la hacía mas oscura.Ella seguía buscando los boletos para el tren del olvido y no los encontraba.Dejó de llover y de regreso a su casa, miró la antigua y humeante chimenea, que hacia parecer a la pequeña ciudad, como un barco desplazandose entre nubes de vapor en un mar gris azul.Unas palomas pasaron volando, persiguiendo a un halcon, ahuyentandolo de sus nidos.

Los amores de Mercela no fueron faciles y dulces,su rostro de felicidad y la sinfonía de suspiros, desaparecieron entre negras olas y rios indiferentes.Pero ella guardaba un amor de oro puro para darlo otra vez.Fué como un terrón de una loma, que alguien pisó y lo desmoronó y el viento implacable se lo llevó.Fué una ave que se sacudió las gotas de sus alas que la quemaban.Buscaba Marcela un toldo que la protegiera, como a las gladiolas del sol.Aquel hombre idealizado, dejo de reflejarse en su espejo, porque un día nefasto se quebró.Su almohada seguía amaneciendo mojada por sus lagrimas.A pesar de saber que encontrar un amor verdadero, y que era como darle de comer a cientos de tortolas con un solo grano de maíz, ella esperaba el momento en que llegara el hombre, con la delicadeza de un Principe, para cambiar su vida y asi dejar el remoto pasado, y sustituir la rasposa piedra por el suave terciopelo.

J.JESUS IBARRA RODRIGUEZ.

Derechos Reservados.México.2012.

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Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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