AGUAS CRISTALINAS…
Era una, soleada mañana y decidí dar un paseo,
me dio la bienvenida, un largo y bello túnel,
de arboles verdes y frondosos, mis pies se hundían en hojas secas
frente a mí, se aproximaba una carreta, halada por un caballo.
En ella, viajaba una pareja de campesinos
amablemente me saludaron, intercambiamos algunas palabras sueltas,
nos despedimos, y seguimos nuestro camino
en la colina, atisbe unas cabañas, con el fogón encendido.
Aspire, y pude percibir el aroma envolvente, a madera y al clásico
perfume que despiden las flores, en la primavera
aquel, apacible y cautivador ambiente, me ofrecía reposar
fue entonces, cuando me senté, en un grande y vetusto tronco.
De mi bolso, extraje a mis fieles adláteres
un libro de notas y una pluma, la misma que empezó
a deslizarse, sin esfuerzo alguno, al ver aquel panorama hermoso,
prodigio de Dios; Frente a mí, un río de cauce plácido.
En donde, la gente, mientras conversaba refrescaba sus pies
los niños jugaban, en sus aguas cristalinas
las aves, entonaban sus trinos, y así pasaron las horas
de pronto, me dí cuenta que el día ya pardeaba.
Estaba, a punto de ponerse el sol y las personas comenzaban a despedirse
me puse de pie, y me encamine hacia la orilla del río
y en su espejismo tranquilo, mis lágrimas brotaron porque en él,
pude ver reflejado mi rostro, acompañado de la soledad.
Mónica Lourdes Avilés Sánchez.
(Reflexión)
En los instantes felices, apacibles inclusive en los de aflicción, es cuando más recordamos a nuestros seres queridos, que ya no están más con nosotros.
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