Al hogar donde nací.

Cerca de mi casa cantaba un arrendajo, cuando la luz del sol lo despertaba
en el patio de mi casa volaban las libélulas impregnadas de aurora
a lo lejos se oía el canto primaveral de la cigarra
detrás de mi casa salían los fantasmas
persiguiendo la luz de las luciérnagas que huían de la alborada
las mariposas anunciaban con el repiqueteo de sus alas la llegada del sol
cuando despejaba el albor de sus pupilas
la llovizna se escondía detrás de las montañas,
vago celaje del aguacero blanco.
una leve fragancia de luz cabrilleaba entre las hojas
fúlgido resplandor del rocío de la mañana.

Un gavilán primito, flotaba entre la niebla transparente
en diáfanos colores de un iris tornasol
los pollitos de abrigos de terciopelo ámbar, aún sin plumas
se escondían entre las hojas quebradizas
resaltaba el canto del guineo: Atrás, atrás, atrás
y todos los animales entendían: En aquel mundo impresionante,
todo aquello se dispersó en el tiempo
sólo queda algún recuerdo, borrosas y enigmáticas reminiscencias.

Ni las flores ni el canto de los pájaros ni el colibrí dorado
ni rastros del gigantesco matapalo,
el tiempo recuperó su espacio
ni huellas del pozo azul tan enigmático sombreado de matas de cacao
solo en mi mente efímeros retazos
que se van disolviendo en la distancia
húmeda urdimbre, leve diluvio de estrellas de marfil deshilachadas
dulce sereno del aguacero blanco.

© Cástor A. Olivier O.

El hijo del Cisne.

Venezuela.


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