AGONÍAS DE UNA VERDADERA
MONOTONÍA
Fuimos amigos desde la infancia,
la amistad creció como la espuma en el mar
y el latir del corazón
sonaba como tambor africano
en medio de la jungla
por el amor que sentíamos uno del otro.
Nuestras cosas fueron parecidas
muy afines, cada día
y como un globo de helio
se elevó el amor por los cielos.
Caminamos por puentes de arcoíris
donde se ven destellos de estrellas,
agarrados de la mano,
caminamos por mundos infinitos
pero nos dimos cuenta
que al hacer cosas parecidas
se tornaron aburridas en nuestras vidas
La monotonía llegó a su punto máximo,
y con la agonía nos dimos cuenta que el amor se terminó
entre frágiles sabanas de seda y nuestros cuerpos
cuando nos visitó la rutina
y dejamos morir el amor..
El tiempo transcurrió de prisa
y cada cual por su lado,
no supe más de ella
y ella tampoco supo de mí..
Pasaron los años
y comencé a visitar un café de antaño,
donde solía pasar ratos
con aquel viejo amor.
Tristemente estaba y tan solitario
tomando una copa de cerveza.
Así bajaba mi trago amargo…
de pronto giré mi cabeza,
allí estaba ella, sentada.
Tomándose una copa de vino tinto,
fumando un cruel cigarrillo.
Nos miramos, nos acercamos, nos abrazamos,
le pregunte como estaba:
y ella respondió con lágrimas derramadas
como cascadas, cayendo al río:
” Ya vez, me encuentro sola”
Recordé entonces las palabras de aquel viejo profeta
que lanzaba sus mensajes como piedras en el río:
“Para ser amigos debemos ser iguales, muy afines,
y para ser amantes, solo hay que ser distintos.
Santos M. González
Derechos reservados de autor.
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