Me senté en la comisura,
de una vacía oquedad,
viendo mi futuro cercano venir.
Contemplando inmóvil,
ese vacío sin fin,
mis pupilas inertes,
sólo querían morir.
El ocaso se hizo presente,
al fin,
alguien se acordó de mi
y en la negrura de la noche,
retorné cabizbajo,
a mi abandonada morada
y por un largo periodo,
me ausenté de mi.
Quizás en otro ocasión,
esa infinita oquedad,
se apiade,
de mi agobiante existir.
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