A mí amado y nunca olvidado padre

  

Sentí su mano buena.

Me amó con su mirada serena.

Me guío con sus buenas acciones

y me dijo que me amaba sin palabras

cundo comía juntó a él en una buena mesa.

Hoy voy por el mundo que mi padre me dejó,

con las que guío mi camino,

en la mejor de las escuelas.

Sigo su profunda huella por caminos¸ mares¸ cielos

y calles desiertas

y aunque llueva o anochezca,

mi rumbo nadie altera porque vengo de buen árbol

y soy el fruto de sangre buena.

 Me enseñó a beber del  buen vino de la decencia,

y aunque ya haya partido con su mirada buena

sé que todavía me  cuide desde los jardines del cielo.

Aún siento su mano buena sobre mi espalda vieja

y lo escucho en cada acto de la vida,

ya sea con mis hijos, amigos, negocios, política o poetas,

porque me enseñó que hay que andar por la vida,

con la mirada sencilla, limpia y serena.

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