A medianoche,
el quejumbroso llanto de una vaca,
como el de un lobo herido cuando intenta aullar
y lo hosco del grito se atraganta prolongado
y rompe el más profundo silencio
donde hasta el viento calla.
Este es el dolor del mundo
en la apacible comarca de mi sangre.
La estirpe de quienes son condenados
por siempre al sacrificio,
los que hacen filas interminables
al borde de la muerte
sin el mendrugo del cielo entre sus carnes.
Este es el dolor del camino
mientras otros duermen apacibles en camas
tan suaves como los algodones del propietario.
Esta es la heredad del miedo, la miseria,
donde ya no alcanza el pan ni el bocado frugal
del olvidado.
Es solo un grito en la noche:
huele a desamparo,
al mugido interminable de la niebla que avanza
y olvida…siempre olvida…
Nos olvida.
De un nuevo libro en construcción
derechos de autor en proceso de resguardarse.
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