A espera de la luz
La noche permanece desierta,
mientras silenciado,
respiro el fresco aire
de la recién inaugurada primavera.
Las dulces violetas,
afloran tímidas,
bajo las sombras de un viejo árbol,
mientras bulla mi alma
de centenaria impaciencia.
De pronto el sol me saluda,
abrazándome con largos brazos de oro
a través de la ventana abierta,
la brisa agita mi blanco cabello
y sonríe mi alma,
ante tanta belleza.
Mis trémulas manos golpean con fuerza,
la soledad impuesta,
mientras a mis espaldas,
las horas pasan lentas, siniestras.
Mi piel cana,
testigo de soledades sin tregua,
empuña un corazón paciente,
bajo un rostro de penas,
a la espera de la luz,
la única verdad eterna,
DIOS.
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