… el miedo siempre termina por
hacernos esclavos
Isidoro Irroca
Soy el ser vacilante
de vida trunca,
una bestia incorregible
que se horroriza ante
su propio abismo.
Sobre mi corazón encallecido
no dejan huella las emociones.
Nunca tuve infancia
ni viví la aurora de los abrazos,
tampoco me dormí arrullado
con la ternura de una canción de cuna.
¡Por dentro llevo un mundo de sombras!
Mil veces me propuse regenerarme,
lo juré por la memoria
de la madre que no tuve
y… al minuto…
¡un desconocido demonio
me empujó las manos!
¿Quizás la marca de Caín luzco
como abyecta cicatriz en mi frente?
Delia Checa
Publicado en antología
“La sed del agua” Ed. Dunken
Mendoza, Argentina
Comentario
Así es, mi apreciada Edith.
El amor siembra afecto que el adulto
lo devuelve a otros seres en sentimiento.
Gracias por tu comentario.
Vivir sin amor crea seres como eeste pobre hombre Buen poema
Muy agradecida de corazón, Amaralis.,
por tu sabio comentario.
Un abrazo.
Delia Pilar, fuerte confesión de un ser que sufrió la carencia de la más elemental ternura, serio reclamo, gracias por conpartirlo, Amaralis
Gracias, Elías.
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