Mi esposo me espera
(Relato de mi viaje a Egipto)

Dos segundos, y por poco me toca caer en los brazos de aquel descomunal árabe goloso en medio del Cairo.
Solté la cartera un momento encima de la maleta para sacar el sobre con los documentos de viaje y el pasaporte. – Tenga señorita. Los entrego a la representante de TWA y al terminar de registrar el vuelo, al mirar el lugar sobre el equipaje donde coloqué la cartera, ya no estaba.

-¡Dios mío, me robaron! -grité. Después: informar, reportar, y seguir el vuelo destinado al Cairo. En el sobre tenía algo de cash (dinero en efectivo que portaba junto al pasaporte y las tarjetas de crédito). Siempre que viajo separo los dólares en varios lugares, por si ocurre algo como lo que me pasó en esos momentos. Por suerte también los recibos de los cheques de viajero los portaba dentro de la maleta.

Molesta, pero con la certeza de recuperar todos los $3,000.00 que robaron en ¨travel checks¨ llegué al aeropuerto en Egipto. De allí a un banco que representara la American Express. La información me la dieron en la oficina de ayuda al viajero.
Al llegar al Banco indicado, me bajé del taxi y arrastrando la maleta me dirigí al mostrador del lujoso banco. Un caballero con turbante corrió a atenderme. Le dije en inglés que necesitaba hablar con el gerente, que acababa de llegar de New York, y era urgente mi situación.

Me pidió que esperara un momento, dirigiéndome a una hermosa sala de espera. Entró en la oficina del gerente traspasando una puerta de cristal forrada con papel trasluz. Muy rápido volvió, indicando que el gerente me recibiría.

Crucé aquella puerta portando mi maleta. La dejé debidamente colocada donde no estorbara, me incliné con dificultad para abrirla y localizar los recibos de los cheques en un bolsillo exterior. Con el sobre azul, identificado claramente con el águila americana, me dirigí a la silla que movió cortésmente el asistente del gerente del banco.

Me senté frente al escritorio del engalanado gerente haciendo movimientos suaves y sensuales. Muy sensuales. El descomunal hombre de inmensos bigotes me miraba escrutiñador y entusiasmado. Se manoseaba el bigote con ojos lujuriosos, mientras yo, pretendiendo no notar su mirada, crucé las piernas, en un ademán sensual e inocentemente distraído.

Por alguna razón oculta, a los árabes les encandilan las rubias altas y delgadas. Así que sacando el pecho y con voz muy de macho en celo, me dijo:
-What can I do for you, my dear lady? (¿Qué puedo hacer por usted, mi querida Dama?). Inmediatamente le expliqué lo sucedido en el aeropuerto en New York, le mostré los recibos de los ¨travel checks¨ y se los hice llegar con movimientos delicados, alcanzándoselos con mi mano de uñas perfectamente cuidadas a la suya grandota y morena. Con disimulo, rocé mis dedos con sus dedos, bajando la mirada un tanto ruborizada; algo que sé hacer muy bien. Debo haber sido actriz en otra vida, de esas que saben bailar en los tubos de cabarets.

Ante mis movimientos sensuales y mi roce, el Gran Gerente entornó los ojos en frenesí, convencido de que si me ayudaba a recuperar mi dinero disfrutaría de una noche de delicias con esta rubia americana. Llamó al asistente, le dijo una jerigonza en árabe, le entregó los recibos, y el asistente salió rápidamente a cumplir las instrucciones de su jefe.
No habían pasado diez minutos, los cuales me parecieron siglos ante los ojos golosos del gigantesco musulmán, cuando apareció el asistente con todos mis 3,000 dólares en tres paquetes de 1,000 separados con cintas plásticas. Me sorprendió que me los devolvieran completos, normalmente solamente entregan $500.00 para este tipo de emergencias, el resto se reclama de vuelta a USA.

Los guardé en la maleta colocándolos dentro del sobre del pasaporte donde guardaba el pasaje y mis documentos. Volví con pasos contorneados, suaves, y mirando fijamente al gerente, le di nuevamente la mano, y con voz melosa le agradecí: -
¨Thank you very much, you are truelly a gentleman.¨ (Muchas gracias, usted es verdaderamente un caballero.)
El árabe, acariciándose suavemente su bigote con la mano izquierda y agarrando fuertemente la mano que le extendí, me atrajo hacia sí, preguntándome si aceptaba salir con él a cenar esa noche.

Me solté del aprieto con dificultad. Y con voz meloza y un cierto rubor en mi rostro, sin mirarle, le dije: - ¨ Sorry, gentleman, Thanks for your invitation, but I can´t accept it, My husband is waiting for me in the Hotel.¨ (Lo siento mucho, caballero, pero no puedo aceptar su invitación, mi esposo me espera en el hotel, gracias).
Los risos de su bigote se disolvieron y un relámpago de rabia cruzó sus ojos bien abiertos.

Y antes de ser degollada, di media vuelta en mis tacones, salí muy rápido de su oficina arrastrando la maleta, y con un raro sentimiento de culpa, pero con un gran alivio espiritual.

Hay veces que es necesario una mentirita intencionada. La vida no espera.

Carmen Amaralis Vega Olivencia

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Comentario

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Comentario de Carmen Amaralis Vega Olivencia el julio 23, 2024 a las 4:47pm

Mi estimada amiga y maestra, muchas gracias por tu lectura y sentido comentario, bendiciones, Amaralis


ADMINISTRADOR
Comentario de Delia Pilar el julio 23, 2024 a las 3:30pm

Un relato muy interesante con su "toque" de humor, algo a lo que nos tienes acostumbrados; Amaralis. 

Sí, a veces una mentirilla nos significa salvarnos de una situación comprometedora o descortés. 

Gracias, amiga. Eres experta en relatos que atrapan. ¡Felicitaciones!

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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