POEMA DESTACADO: CUENTOS DE CASI EN LA NOCHE, DE MIGUEL ALFREDO OVIEDO RISUEÑO

DON  ELIO

Por: Miguel Oviedo Risueño

Don Elio tenía los ojos inquietos, inquisitivos y dulces; era un ser mágico, había llegado a este mundo con la única intención de ser feliz, para ello contaba con el poder de un alma generosa y una determinación férrea.

Nunca se dejó arrastrar por los temores que asaltan a los demás mortales, tenía claro su objetivo, pero no tenía un plan definido para conseguirlo. Cuando decidió pasar revista a sus posibilidades descubrió que eran ilimitadas, pero ¿por donde empezar a explorar?...

Decidió comenzar por un pueblo triste  a la orilla de un mar tranquilo lleno de barcas pintadas de colores con nombres de mujer. Allí pasó unos años de su vida esperando ver pasar el fantasma de la felicidad. Por más que se asomaba a su ventana abierta al mar y escudriñaba el horizonte, nunca lo vio llegar. Se lleno de casa, y su cuerpo comenzó a envejecer.

Después se traslado a una ciudad inmensa llena de personas que corrían sin saber a dónde; allí no había anocheceres de mar  ni amaneceres con horizontes perdidos, casi no se podía ver el cielo. En esta ciudad conoció a mucha gente, todos ellos preocupados por el futuro y angustiados por el pasado.

- ¿Qué les pasa a todos?, parece que se han olvidado que la vida solo se conjuga en presente.

Más tarde, atravesando el océano, el mismo que determino su piel cansada y cobriza se fue a explorar un país lejano donde todos sus habitantes se afanaban en adorar a los dioses, los había a cientos, todos ellos eran objeto de culto y recibían ofrendas.

- ¿Qué les pasa a todos?, pensó Don Elio, aquí los hombres adoran a los dioses y se han olvidado de su propia divinidad.

Al fin cansado de vagar, decidió tomar un tren que no tenía paradas definidas, solo se detenía cuando el deseo de alguno de los pasajeros era tan imperioso por quedarse en un lugar, que solo con el pensamiento conseguía detener la máquina.
Don Elio vio pasar a través de la ventanilla campos verdes, tierras áridas, pueblos diminutos y ciudades inmensas; vio desfilar todos y cada uno de sus sueños, todos y cada uno de sus desencuentros; y por fin vio con claridad cual era su destino.

Estaba en cualquier lugar donde decidiera detenerse; no había lugares mejores o peores; era el quien ponía la sal de la tierra en su vida allí donde decidiera quedarse. Era único dueño de su destino.

- Voy a dejar de vivir – se dijo - tener una casa sin puertas, pero con un montón de ventanas. Para ello, primero tengo que abrir los ojos, después de todo la ida es siempre una sorpresa… ¡Don Elio se evaporo!

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Respuestas a esta discusión

FELICITACIONES!!! MERECIDO RECONOCIMIENTO.

¡FELICITACIONES!!!!!

¡MUY MERECIDO!!!!!

UN CORDIAL SALUDO

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Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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