La intención quedaba errante en la discordia. No había salida ante las dudas pendencieras. El horizonte conspiraba contra la angustia tensa y fastidiosa de la necedad. Era preciso un ápice de entendimiento y de cordura en el instante crucial de incredulidad y desconcierto. Entonces el sosiego apareció con su elocuencia, cortejado por el conocimiento y la paciencia. La intención buscaba un acotejo para salir ilesa en la reyerta. El horizonte se había tornado gris, nada de azul, ni de morado en sus contornos. La luz rosa se había disipado y apenas sus hilos tocaban a la luna y a una estrella que curiosa, asomaba su ingenuidad en la conciencia de la intención peregrina y asustada. La palabra justiciera se hizo eco ante la audiencia, las dudas aclamaban retando cada letra de elocuencia. La fluidez de la oratoria sin recurrencia era tajante y tolerante al mismo tiempo. Había que calmar las ansiedades y la desesperación acomodaba espacios y prioridades. No era capaz el sosiego de sostener una plática amigable con la absurda incomprensión y la vanidad altanera de la necedad. La intención se perdía en aquel laberinto inexpresivo, temerosa y anhelando un desenlace que explicara tanto absurdo y tanto rencor. El horizonte se oscurecía, allá a lo lejos el crepúsculo adormecía sus matices, se despedía despavorido, no había otra alternativa que esperar. La comprensión hacía su entrada entre tinieblas, agujeros negros cerraban los espacios y era preciso iluminar con pensamientos la densa niebla que levantaba muros y fronteras a las ideas. El discernimiento, la tolerancia y el perdón cerraban filas con el verdor de la esperanza, sólo el amor podría lidiar con la querella. Indulgente de espíritu y con alma sosegada, el amor pudo cambiar el horizonte. Al final del laberinto la intención trae el verdor en su palabra, matiza con su espectro cada rincón que se escondía entre las sombras. El resplandor irrumpe con tonos azulados y morados. Llega divina la intención con halo dorado, en nimbo de plata destellante y enamorada, ya no se siente errante peregrina, ni opaca el desconcierto su donaire .
El amor hizo la magia al cautiverio
sublime en la elocuencia del misterio,
comprensivo nigromante del silencio,
sutil cual lucidez de su delirio,
sortilegio fascinante en su lindeza,
altruista caballero en el idilio.
Divina aparición del ser excelso
que hidalgo sentenciaba el desencuentro,
en místico regreso cual lucero
virtuoso, inefable y justiciero,
rompía el espejismo de lo incierto
la egregia candidez de su intelecto.
Aimée Granado Oreña ©
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Wow, poeta! Has hecho una excelente interpretación de la imagen seleccionada. Un trabajo muy original en prosa poética.
Gracias por estar aquí.
Y gracias a tí por estas iniciativas tan inspiradoras que nos invitan al revuelo con las musas.
Excelentes y majestuosos versos apreciada amiga Aimee. Felicitaciones muy sinceras y mucha suerte en el Concurso. Recibe como siempre. afectos y saludos desde Caracas/Venezuela.
Gracias amigo por tu gentileza.
¡Un autétinco concierto poético en prosa y rima querida Aimée ante una poética imagen desconcertante!
Gracias amigo por siempre estar presente
Bello, Aimée, fue un deleite leerte.
¡Felicitaciones!
Delia
Y yo agradezco tu gentileza entre mis letras.
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