Prólogo de Lucía Alfaro al libro Abecedario en la tormenta de Isabel Cristina Arroyo. 2019

 

He nacido para besar el alba,

aunque azoten los vientos.

Isabel Cristina Arroyo

 

En un siglo donde las redes sociales propician que la poesía prolifere como ruido casi insoportable, la poeta Isabel Arroyo nos entrega su cuarto poemario, para darle sentido, quizá sin proponérselo,  a la famosa frase de Gabriela Mistral: “La poesía es una lengua de intuición y de música que iba a ser la lengua del género humano”.

La voz lírica de Abecedario en la tormenta parte de una búsqueda interior que profundiza desde el silencio para llegar a la catarsis, que es una de las mayores virtudes que tiene la poesía, pues a través de esa catarsis, no solo la poesía, sino también sus lectores, logran sobreponerse a un mundo muchas veces ajeno a su sensibilidad. En este sentido el poemario (que se divide en dos partes: Anclas premonitorias y Poemas en la acera), se abre como un caudal de fe y le da un lugar preponderante a la palabra que no solo rescata al yo lírico de su soledad, sin que le entrega las armas para su sobrevivencia: “Porque me van naciendo espadas en los dedos” “…van naciendo palabras como ángeles vivaces.” Todo ello para que el poema se convierta en algo más y deemboque en aquello que traspasa la palabra (O. Paz, 1956).

A medida que nos adentramos en los versos de Isabel Arroyo, vamos encontrando una constante ineludible: esa pregunta que ha acompañado al ser humano desde siempre. ¿Pero es que existe alguna identidad en la que encajemos, que otorgue una respuesta satisfactoria a nuestras dudas existenciales? Podríamos pensar que la humanidad mucha veces camina embargada por una terrible sensación de incertidumbre, tristeza y melancolía, que no puede explicar. El diccionario de la Real Academia Española define ese sentimiento como saudade, cuando lo asocia a la soledad, notalgia o añoranza, palabras que a mi criterio no logran develar con exactitud su significado profundo. El filósofo Ramón Piñeiro demuestra que la saudade no es un simple estado psicológico, sino una vvencia originaria, profunda de significación ontológica, en la que el ser humano se encuentra en sí mismo, en un estado de total arrobamiento: en otras palabras, en una condición de soledad ontológica: “…pero neste oscuro sentirse a si mesmo como singularidade percibe a súa soidae ontoloxica. Sentir esta soidade ontoloxica é sentir Saudade.” (Piñeiro, 2009)- Pablo Neruda fue uno de los poetas que se sintió embrujado por el vocablo cuando expresó: “¿Qué será? Yo no sé, (…) Dicen que azules son la montañas como ella, que en ella se oscurecen los amores lejanos (…)”.

Este aspecto emotivo y conceptual parece ser el eje fundamental de la pulsión poética de esta voz lírica. Recordemos que en torno a la saudade nace un movimiento estético y literario de principios de siglo XX en Portugal, conocido como Saudosismo, promovido por el escritor Teixeira de Pascoaes. Es próximo a la melancolía y estimulado por la distancia temporal o epacial de lo amado “…semejas la espuma / que nace y luego muere / y luego ya no es nada”, nos dice la poeta. El escritor portugués Manuel de Melo definió la saudade en 1960 como “bem que se padece e mal de que se gosta” (bien que se padece y mal que se disfruta). Así podemos ubicar la poesía de Isabel Arroyo en el continuum de la tradición lírica de la saudade, cuando analizamos sus versos a la luz de una ausencia consentida:

Yo llevo un mar adentro,

un amor quebrado que fue como la cal,

llevo una vasija que guarda las palabras,

un barco ya sin ancla, sin rumbo

y sin retorno.

(El insomnio del mar).

 

Encontramos que el yo lírico acude a un nacimiento que se gesta en la poesía misma para dar a luz su dolor:

Aquí, donde de puntillas,

casi sigilosamente, aprendemos a nacer

con el quejido del alba.

(Remembranzas)

 

Y se solaza entre la soledad y el abecedario que la inunda, acudiendo a los símbolos cotidianos de su propia habitación, de la naturaleza y la temporalidad, para lograr el disfrute de esa nostalgia que la posee:

…como un cuarto desolado donde solo duerme

la araña, el zancudo, la soledad absurda?

(Nostalgia)

Sin embargo, la saudade que conquista el yo lírico de este poemario, parece no estar ligada al tiempo lineal, sino a su propio ser, a su estado de plenitud cuando se sumerge en las honduras de su existencia para renacer en el poema:

Hay penas que mueren

donde crecen nuevas tormentas,

cuando me solazo

con la lluvia que arranca

rayos de soledad a as horas.

(Laberintos de arena)

Y se descubre mujer para jugar con la inaudita certidumbre de sentirse viva, mientras tanto. Y acude a símbolos liberadores para volar hacia su interior:

Desnuda el grito

que hay una mujer completa

en cada lágrima.

(Desnuda)

Mujer que presencia su propio nacimiento a través del poema, he aquí las palabras, he aquí a la hermana poesía que la saca de la angustia y la resignifica:

Madrugo y quiebro las cadenas,

abro el abecedario ahí donde comienzan

las tormentas, ahí donde le arranco al olvido

la memoria que libera el frasco del dolor,

derramado al paso de la lluvia.

(Náufraga)

 

Por momentos esta voz abandona su soledad  justo ahí donde la muerte / abandonó el camino / y nos hace uno en la multitud / de los sueños, para volcarse en la esperanza que solo se encuentra en el espejismo del poema, siempre simbolizado por el agua, como elemento vital del espíritu, pero también con la significancia de lo efímero y lo cambiante:

Hoy nace el poema

abriendo el manantial que teje

la esperanza.

Y a lo lejos miro tu recuerdo,

como lluvia que la tierra

absorbe y se convierte en río.

(Lluvia en el desierto)

 

El amante que se añora se ha convertido en la misma poesía, en la palabra reivindicadora que acaricia el sujeto lírico y siempre está presente, aunque sea intangible,  tan fuerte como una cicatriz expuesta que todos pueden ver:

…me despierta sentimientos que guardo

con estricto candado bajo el silencio

de mi almohada.

(Gotas de la tarde)

La ausencia ha dejado de ser, ahora está el poema naciendo desde su fuero interno y llega esplendoroso como el amante que lo llena todo:

Soy plenitud,

en ti fructifico y me transformo (…)

Eres plenitud,

Te conozco como pleamar en mi pecho…

(Pleamar)

 

En esta epifanía, el yo lírico se libera del dolor y utiliza el símbolo de la cosecha para sugerir el gozo de sentir la embriaguez del amor, descubriendo los campos listos para el segador:

Y me doy cuenta,

que tú me hiciste explotar

como cosecha en invierno.

(Curiosos signos)

 

Así cumple su vital objetivo de amar y de saberse amada:

 

Me distingo mujer que nace dede la piel,

(…) tú extiendes los brazos

y me abrazas con fruición.

(Paisaje adolescente)

 

De consumar ese anhelo en un arrobamiento casi místico:

y extiéndele la mano a la vida

como si apenas nacieras

en la pila del deseo

y estuviera por explotar la primavera.

(Clave de reinicio en primavera)

 

De esta manera, la poeta nos entrega esta cántica; esta hilacha de olvido que no olvida se presenta aún en los poemas sociales para hacernos reflexionar (con diferentes recursos) y nos demuestra que el ser humano puede entregarse y amar también en la ausencia, como lo hace el pájaro y la lluvia, como lo hace el árbol:

como lo hiciera aquel huracán

que atravesó mi estancia,

cuando aún no nacía

la mujer y el verso (…)

los sueños que un día

guardé en la carpeta

donde palpitaba mi vida.

(El tiempo como un borrador va creando desiertos de humo).

La poesía del humanismo solidario de Arroyo se reúne en la segunda parte del libro:”Poemas en la acera”, el topos, la ubicación de estos versos en el espacio de afuera, de la ciudad que nos alejó del apacible mundo rural y que condena a tanto ser humano, no prescinde de la nostalgia, la saudade ya no es provocada por la ausencia de un amante donde el poema es sustitutivo del abrazo humano, sino por el dolor de los niños y los indigentes en esas aceras donde parece que Dios también está ausente:

Hay un ciego reproche,

un dios que no despierta,

la mano que no encuentra

otra mano que la abrigue,

(Hacia el desfiladero)

Pero, y en muchos instantes, el sujero lírico se erige en el adalid que desea rescatar del abondono a la otredad y así se rescata a sí mismo, desde una luz que llega para consumar la justicia.

En suma, Abecedario en la tormenta, se nos entrega como una luna recién parida en el recuerdo oblicuo de la noche, en el agua que hace renaer todas las cosas: “Nació en mi el agua / y encontré el poema, / que solitario nacián entre mis dedos”. De esta manera, podemos deducir que la voz lírica de Isabel Arroyo naufraga y se levanta en el silencio para encontrar su propia libertad.

La saudade que está presente en todo el poemario es el sentimiento develador de una trascendencia, donde nada es eterno y el dolor y el regocijo son los instantes, que gracias a la palabra poética se liberan en el verso, dejando atrapadas las sensaciones como en un negativo que forja las imágenes en el agua. Y es en esa certeza donde la poeta encuentra la realización, porque nació mujer para besar el alba.

Esa vida que baila, esa vida que muere,

ese eterno retorno de los abecedarios

en los labios de la lluvia.

(El insomnio del mar)

Estoy segura de que al subirse a este barco que ha corrido por diversas tormentas, el lecor reencontrará su propia saudade y al igual que la poeta un día encontrará su libertad para emprender el vuelo interno, que siempre nos conduce hacia el amor más prístino.

 

Lucía Alfaro

Filóloga, editora y poeta.

 

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Comentario

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PLUMA DIAMANTINA
Comentario de Ronald Bonilla Carvajal el noviembre 18, 2021 a las 11:09am

Gracias Críspulo, abrazos


PLUMA DIAMANTINA
Comentario de Ronald Bonilla Carvajal el noviembre 17, 2021 a las 5:06pm

Gracias, amigo Benjamín, un fuerte abrazo


PLUMA ÁUREA
Comentario de Benjamín Adolfo Araujo Mondragón el noviembre 17, 2021 a las 2:20pm

¡Estupendo prólogo de Lucía Alfaro al poemario Abecedario  en la tormenta de Isabel Cristina Arroyo!

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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