Manos Impuras

 

 

Serie:                                     ESCENAS DE CIUDAD

Ciudad Escenario:              Los Ángeles, California.

 

En aquel entonces, Jeffrey se adelantó más de veinte años a nuestros tiempos.

Lo conocí a través de un amigo que teníamos en común en la universidad, cuando mi profesor de sicología nos asignó documentar casos de TOC (Trastornos Obsesivo-Compulsivos) y yo buscaba desesperadamente alguien para entrevistar.

Su TOC era de entrada bastante impresionante, pues además de ser germofóbico, tenía una obsesión extrema con la limpieza de sus manos.

Cuando me lo presentaron, se negó a saludarme estrechando la mano y prefirió hacerlo levantando su mano en el aire y haciendo un ademán como de agente de tránsito.

Nos sentamos a tomar algo en una de las áreas de cafeterías y restaurantes de la universidad. Yo ordené un jugo y le pregunté si quería algo. Pidió una gaseosa en botella y cuando se la puse en la mesa, hizo un ritual extrañísimo que llamó la atención de los ocupantes de las otras mesas.

De su mochila sacó una bolsa ziplock con varios productos de limpieza. Primero limpió la botella con un pedazo de algodón empapado de alcohol, luego con una toalla antibacterial y finalmente con otro pedazo de algodón empapado de alcohol glicerinado. Finalmente, sacó un spray de un producto que no alcancé a identificar y roció la botella con él.

Procedió a destapar la botella como si estuviera desactivando una bomba. Revisó el fondo de la tapa como si esperara encontrar algo allí. Bebió su gaseosa con sorbos muy cortos, como de colegiala que se atreve a beber un coctel entre semana. Le pregunté si quería comer algo y me contestó bastante asustado que nunca comía cosas de restaurantes porque tenían legiones de gérmenes. Cargaba en su mochila lo que quería comer mientras estaba en la universidad y me contó que lo preparaba meticulosamente, asegurándose que no entraran gérmenes o bacterias a su comida.

 

  • ¿Pero cómo podés estar tan seguro?, le pregunté atónito.
  • Limpio tres veces el mesón de la cocina con diferentes desinfectantes, guardo las ollas y los utensilios envueltos en película adhesiva y desinfecto cada ingrediente cuando vuelvo del mercado.

 

Luego empezó a contarme de su complicada vida y cómo cambiaba sus sábanas a diario por temor a los ácaros y gérmenes y que siempre las lavaba con agua muy caliente para matar cualquier bicho.

Al volver a casa, siempre rociaba las suelas de sus zapatos con un desinfectante y los dejaba al lado de la puerta en lo que él llamaba una “zona de purificación” para no entrar accidentalmente algún germen. Ni que hubiera adivinado que llegaría el COVID-19!

En su casa no aceptaba visitantes por miedo a que le contagiaran algo. Hasta su madre desistió de visitarlo porque la sometía a tantos rituales de desinfección, que salía más aburrida que novio de exmonja.

En su carro tenía un purificador de aire y solamente abría las ventanillas si algún policía lo paraba por algo. Me contó que le había pasado una vez y estuvo a punto de que lo arrestaran porque los policías no entendían su TOC.

Jamás iba a bares ni fiestas y escasamente tenía contacto con otros seres vivos en la universidad y eso porque no tenía otra opción. Cada vez que sus profesores le devolvían algún ensayo, él lo recibía tocándolo sólo con sus dedos pulgar e índice y luego lo depositaba en una bolsa hermética para luego revisarlo en casa agarrándolo con una pinza depiladora y rociándolo con no sé qué producto que según él, desinfectaba el papel y otros materiales.

Le pregunté cómo pensaba trabajar cuando terminara su maestría si inevitablemente iba a tener contacto con gente y con gérmenes de toda índole. Me respondió que ya lo hacía medio tiempo para costear sus productos de desinfección y sus gastos extras porque no le alcanzaba con el dinero que sus padres le mandaban. Me dijo que trabajaba en una oficina y que como su jefe sabía de su condición, lo había aislado en un cubículo donde no tenía mucho contacto con sus compañeros de trabajo y que él mismo se encargaba de desinfectar cada mañana. Era el raro de la empresa, lo sabía y lo reconocía. Pero no le importaba mientras le pagaran.

Procedí a preguntarle si había pensado en tratarse su problema o al menos asistir a una terapia colectiva. Me contestó que ya lo hacía en un grupo que llamaba germofóbicos anónimos y que se reunía una vez por semana en Pasadena. Allí conoció a su novia, que era tan obsesiva como él, y por eso se llevaban divinamente.

No me resistí a indagar sobre sus interacciones sociales rutinarias como entrar a los baños públicos de la universidad o tropezar accidentalmente con alguien. Me contestó con una seguridad extraordinaria que evitaba ir a baños públicos y que cuando lo hacía, abría las puertas con el pie o con una toalla de papel y que prefería los sanitarios a los orinales porque al menos podía soltar el agua antes de usarlos.

Nunca había conocido alguien con tantas manías. Por estos días lo recordé por motivo de la pandemia y el distanciamiento social al que nos vemos obligados. No alcanzo a imaginar el infierno en el que se habrá convertido su vida con una amenaza muy real para la que él se preparó con tantos años de anticipación. Tal vez se curó. Tal vez murió de asco o de algún germen para el que no tenía defensas en su cuerpo.

Hablé con él unos minutos más para poder documentar bien su caso y cuando me despedí, tuve que hacerlo batiendo mi mano derecha y manteniendo la debida distancia para no contaminarlo con mis manos impuras.

 

© 2020, Malcolm Peñaranda.          

 

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Comentario

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PLUMA MARFIL
Comentario de MALCOLM PEÑARANDA el junio 25, 2020 a las 12:26am

Gracias por leerme,  Liliana MarIza Gonzalez ! 


PLUMA MARFIL
Comentario de MALCOLM PEÑARANDA el junio 25, 2020 a las 12:26am

Sí, tenés toda la razón, Maria Beatriz Vicentelo Cayo . Imagino que su condición sigue hasta ahora, porque los TOC son muy difíciles de curar o superar. La gente simplemente aprende a vivir con ellos. Lo más difícil es cuando tienen hijos porque no les dejan desarrollar defensas naturales hacia los bichos. Gracias por leerme! 


PLUMA MARFIL
Comentario de Liliana MarIza Gonzalez el junio 24, 2020 a las 11:24pm

Excelente narrativa!

Gracias 

mary


PLUMA ÁUREA
Comentario de Maria Beatriz Vicentelo Cayo el junio 24, 2020 a las 11:39am

¡Qué desastre de vida Dios!  Pero por eso es que debe tratarse quien sufra de algún tipo de TOC!!

Y claro que molesta, ahora con la pandemia la situación se hizo insoportable.  Un yerno me tenia medio loca con su desinfección extrema; y, paradójicamente fue él quien se enfermó.  Yo que soy asmática y a veces hasta sin mascarilla salía a pasear a los perros, ni una tos.  Es el poder de la mente, quien también influye.

Gracias Malcolm, buen texto para la actualidad!

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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