La Mitología Leyendas Y Mitos En La Poesía

La mitología, las leyendas y los mitos han sido una fuente de inspiración para la poesía a lo largo de la historia. Muchos poetas han utilizado elementos de mitología y leyendas en sus obras para dar vida a sus personajes y ambientar sus historias en un contexto mágico y sobrenatural.

Algunos ejemplos de poetas que han utilizado la mitología y las leyendas en sus obras son:

  • Homero: el autor de la Ilíada y la Odisea, dos de las obras más importantes de la literatura griega antigua, utiliza ampliamente la mitología griega en sus relatos épicos.

  • William Shakespeare: muchas de las obras de Shakespeare, como "Tito Andrónico" y "La tempestad", están basadas en mitos y leyendas griegos y romanos.

  • John Milton: en su famosa obra "Paradiso Perdido", Milton utiliza elementos de la mitología cristiana y la Biblia para contar la historia del caído ángel Lucifer y su rebelión contra Dios.

  • Percy Bysshe Shelley: en su poema "Prometeo encadenado", Shelley utiliza el mito griego de Prometeo, el titán que desafió a los dioses al dar el fuego a los humanos, para explorar temas como la libertad y la opresión.

  • Lord Byron: en su poema "Childe Harold's Pilgrimage", Byron utiliza elementos de la mitología celta y la leyenda del Rey Arturo para crear un ambiente mágico y evocador.

En general, la mitología y las leyendas han sido una fuente inagotable de inspiración para la poesía a lo largo de la historia, y han ayudado a los poetas a crear obras que capturan la imaginación de sus lectores y les transportan a mundos mágicos y sobrenaturales.

©Natuka Navarro

Leyenda de la mandioca

Leyenda de la mandioca, leyenda guaraní
Esto debió haber pasado hace mucho tiempo, muchísimo tiempo. Antes de que los guaraníes emprendieran su largo viaje hacia el Sur, desde el corazón de las selvas sudamericanas.
Mandi-ó era una nenita fea, alta, flaca y desgarbada. Tenía manos grandes con dedos muy largos.
No jugaba como los otros chicos. Se quedaba ahí, paradita, mirando como si quisiera hacerlo.
Pero no participaba. Mientras tanto, los demás correteaban por la selva.
- Mandi-ó, algún día vas a echar raíces -la regañaba su mamá.
Y su papá la retaba porque no acompañaba a su madre cuando ésta salía en busca de frutos silvestres. Porque en aquellos tiempos remotos la gente no conocía la agricultura, y sufría terribles hambrunas: sólo se alimentaba con los productos de la caza y de la pesca (tareas a cargo de los hombres) y con los frutos de la selva que las mujeres recogían con la ayuda de sus hijos.
Pero Mandi-ó, siempre triste y avergonzada por su fealdad, se negaba a acompañar a su mamá y a sus hermanitos en esas salidas, en las que los chicos no sólo ayudaban sino que, además, recorrían la selva y se deslumbraban con todo lo que veían, como cualquier chico del mundo.
Mandi-ó se quedaba paradita, a la entrada de la tekoa, la aldea que su padre había construido, en un claro de la selva, junto con los otros hombres de la comunidad.
No se atrevía a seguir a los suyos, como si le tuviera miedo a la espesura. Entonces, Tupá, el Dios de los guaraníes, se apiadó de ella.
En sueños le dijo lo que debía hacer: en adelante, la niña sería importantísima para toda su gente, porque les iba a enseñar a alimentarse mejor.
Sólo era preciso que algún rayo incendiara un sector de la selva, con lo que se haría un claro en el cerrado boscaje y, cuando el terreno quedara despejado, ella debía dirigirse allí, sin miedo, para cavar un hoyo y meter en él sus piecitos.
Eso sí: debía pedirles a sus hermanitos que la buscaran al día siguiente. Y así fue como lo hicieron.
¿Qué encontraron? Cuando todos salieron en busca de Mandi-ó, en el centro del claro vieron una planta desconocida hasta entonces: un arbusto muy verde, de casi dos metros de altura, con grandes hojas en forma de manos y dedos larguísimos.
Cavaron para desenterrar los pies de la niña; y en su lugar encontraron gruesos tubérculos.
Era la mandioca, planta originaria de esas tierras, cuyo cultivo se comenzó a realizar en claros abiertos a propósito, con hacha y fuego.
Desde entonces, los tubérculos de la mandioca fueron utilísimos porque la mandi-ó o mandioca acompañó a los guaraníes en su larga migración hacia el Sur, asegurándoles siempre el alimento.
Mientras tanto, la misma planta viajó con los Tupíes hacia el Norte, cruzó el caudaloso Río Amazonas y, ya en la meseta de las Guayanas, fue adoptada por los Caribes quienes la llevaron a las Antillas con el nombre de yuca.
Desde entonces, la yuca o mandioca alimenta a millones de americanos, a quienes brinda la fariña, la tapioca y el sabroso pan de cazabe.
Fuente: Leyendas, mitos, cuentos y otros relatos guaraníes, de Fernando Córdova, Editorial Longseller.
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Recopilado : Elias Almada